La vida de Caridad Alayón García parece una novela, ella renace hoy como una joven poeta recién cumplidas sus 80 primaveras. No
estudió letras, pero entregó poco a poco su corazón a la literatura,
escribiendo cuentos y poesías durante muchos años. Esta cubana podría definirse
como una mujer hecha de versos. Tras el honor de
escribir el prólogo de su libro Versando a mi manera, se me concede la posibilidad de
entrevistarla para nuestra Revista Entre Líneas.
El encuentro se convierte en una amena conversación, donde se transmite una
verdadera comunión de ideas. Nuestra primera pregunta es sobre su trabajo y su
obra.
—Señora Alayón, nos llama poderosamente la atención que trabajando en
estadísticas, algo tan lejano al verso, sus poesías sean tan especiales. ¿Acaso
tiene antecedentes en su familia de alguna persona dedicada a la literatura?
—No, Margarita, no tengo antecedentes de algún familiar literato, pero sí te
puedo decir que mi madre era muy aficionada a la lectura. También mi padre era
un hombre inteligente, a quien siempre recuerdo estudiando idiomas y cultivando
su intelecto hasta el fin de sus días. Por otra parte, mi hermano Giraldo
Alayón, Doctor en Ciencias Biológicas, ha dedicado su vida al estudio de los
arácnidos y ha escrito varios libros sobre fauna y flora, incluso no dudo que
tenga escritos sobre literatura, pues posee una vasta cultura. Mis hijos Niurka
y Víctor Hugo son estudiosos del arte en diferentes manifestaciones, además les
gusta escribir también. Por ejemplo, mi hija editó un libro de poemas titulado Los sueños de la Reina, antes de que yo
publicara el mío.
—Estimada Caridad, permítanos preguntarle: ¿usted comenzó su trayectoria
poética en su natal San Antonio de los Baños, Artemisa, o más tarde? Y en
cuanto a género literario, ¿la narrativa la desarrolló antes o después de su
poesía?
—Te contaré algo, Margarita, mi trayectoria poética surgió en el año 2000,
después de la inesperada muerte de mi esposo en Cuba, mientras yo estaba de
visita acá en Tampa. En la Isla yo comencé a escribir las anécdotas que me
ocurrían, como breves historias, luego los domingos yo las leía ante mi familia
y algunos vecinos, con quienes solíamos compartir en la terraza de mi casa un
buen rato de ocio. Mis narraciones a veces eran jocosas y otras hacían llorar.
Todos, familiares y amigos me aportaban ideas con sus amenas conversaciones,
mientras saboreábamos el añejo vino de uvas, junto a las bellas ensaladas de
frutas y vegetales que hacía mi esposo Hugo Calero.
Caridad respira profundo, su melancolía invade la conversación, por eso
intento desviar su tristeza a instantes más risueños…
Caridad Alayón García
—Según supe, a usted Caridad, le seducen otras manifestaciones del arte,
porque posee dotes de cantante y caricaturista. ¿Puede hablarnos del tema?
—Es verdad, siempre me gustó cantar y pintar. Recuerdo que en la primaria
la maestra de piano, que se llamaba Luisa, me ponía en los coros como voz prima
y también como solista. Por cierto, ella habló con mi padre cuando yo tenía diez
años, para que me dejara ir a una beca que me había conseguido donde me educarían
la voz; pero mi padre se opuso, alegando que él no quería que yo fuera artista.
Sin embargo, yo cantaba en fiestecitas, en lugares públicos y hasta en aquel
programa de la Corte Suprema del Arte cuando la llevaron al teatro de mi pueblo
en San Antonio de los Baños. En cuanto a pintar es una afición por las
muñequitas y ropitas que confeccionaba para jugar, cuando era niña, aunque después
los días de fiesta en mi centro de trabajo, les hacía caricaturas a mis compañeras,
como pura diversión.
—Señora Alayón, retomando el tema literario, el asunto principal de sus
poemas es el amor por su esposo. ¿Puede describirnos cómo se conocieron y
casaron? Ya sé, porque los nombró, que tiene dos hijos, ¿tuvieron nietos?
—Sí, tienes razón, el tema principal de mis poemas es el amor hacía mi
esposo y la muerte repentina, mientras yo estaba lejos, acá en Tampa.
Llevábamos 38 años de feliz unión, con muchos sueños compartidos. Ese impacto
emocional me dejó aturdida, en shock.
Caminaba por inercia, pasaba el tiempo y creí volverme loca, por mucho que lo
pensaba, no lo aceptaba. Una de las tantas noches sin dormir, me levanté y
acostada boca abajo en forma de cruz en el suelo, pedí a Dios que me diera
resignación con algo que me sacara tanto dolor. Me acosté nuevamente en la
cama, me dormí y a la mañana siguiente, hice mi primer poema: “Pensando,
siempre pensando /y al final no pienso en nada.”
”Eso escribí como su última estrofa. Pero me preguntabas de cómo nos
conocimos. Eso ocurrió en la empresa de confecciones textiles de mi pueblo, yo
trabajaba en la oficina y mi esposo era cortador en la sala de corte. Cuando él
llegó a este centro, yo llevaba tiempo en la oficina. Él comenzó mucho después;
pero se interesó por mí y todos los fines de semana, me enviaba ramos de flores
y orquídeas, con una bonita postal, hacía una nota con palabras delicadas, y de
firma ponía signos de interrogación. Después de varias semanas recibiendo
bellos ramos de flores, le comenté a Eneida, amiga y compañera de trabajo, lo
que sucedía. Ella sin decirme nada, se acomodó en la florería en el siguiente
fin de semana, hasta ver llegar a quien mandaba las flores y, como ella lo conocía
a la perfección, lo identificó. Cuando se retiró él, después de haber hecho el pedido
y la postal, Eneida regresó a su casa. El lunes en la mañana, ambas en la
oficina, Eneida me dijo: ¿te regalaron un ramo de príncipes negros y una orquídea
en una cajita plástica con un lazo y una postal? Le pregunté: ¿cómo sabes tú
esos detalles? Y ella me comentó el suceso, explicándome que hasta no comprobar
quién era, no se fue de la florería: es Hugo Calero, me dijo al final.
”Hugo, al verse descubierto, no comentó nada. Se enteró que mi sobrina
Olguita estaba enferma, y tuvo el pretexto para ir a casa de mi hermana, le
llevó juguetes y un suéter de regalo a la enfermita. Poco tiempo después, yo llegué
como todos los días a casa de Emma mi hermana y lo encontré allí, en ese
momento supimos ambos que estábamos destinados el uno para el otro. Al otro día
fue a mi casa a hablar con mi padre y en cuatro meses nos casamos. Llevamos 38
años de feliz matrimonio. Por siempre, me trajo un ramo o una flor cada fin de semana,
exceptuando cuando causas ajenas a su voluntad, lo hicieron imposible. De
nuestra unión nacieron Niurka y Víctor Hugo. Mi hija Niurka vive aquí en Tampa
y Víctor Hugo en Río de Janeiro, Brasil. Niurka me hizo una feliz abuela de una
nieta encantadora llamada Gabriella. Con mucho arte y estilo también.
—Disculpe la pregunta, ¿su esposo le pudo ofrecer su criterio sobre su
desarrollo literario? ¿Pudo decirle qué pensaba de sus versos?
—No, mi esposo no tuvo oportunidad de ver mi obra, nunca supo que casi
todos mis versos fueron escritos para él, en mis respuestas anteriores,
puntualizo los detalles.
—Señora Caridad, no quiero concluir sin agradecerle su paciencia y tiempo,
además de realizar una pregunta obligada como final: ¿piensa entregarnos en
breve alguna obra más de su autoría?
—Sí, me gustaría, tengo bastantes poemas escritos; pero debo agradecer
infinitamente a una gran amiga de mi hija y mía, Oliva Fernández, por haber
hecho realidad mi sueño. Si no me fuera posible hacer otro, ya me siento feliz
por esta primera oportunidad.
El poemario Versando a mi manera está disponible en:
http://www.vocesdehoy.net/caridad_alayon_garcia.html
Margarita Polo Viamonte
Editorial Voces de Hoy
El poemario de mi Mamá
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